Ana vivía con Lautaro, su hijo de siete años, en una casilla al fondo de un terreno tomado. El piso era de tierra, las paredes de chapa, y cuando llovía se inundaba. Cuando podía, limpiaba casas ajenas, pero no le alcanzaba.

Una noche, Lautaro empezó con vómitos y dolor, y lo llevó a una guardia. El médico le diagnosticó una obstrucción intestinal por Ascaris lumbricoides. Y al preguntarle por las condiciones donde vivían, éste le gritó que así no se podía criar a un chico, que era una negligente. Y simplemente la mandó de vuelta. Ana solo entendió que el problema era el piso de tierra.

Llamó, pues, a un albañil del barrio, pero el presupuesto que le dio era inalcanzable. Un vecino le recomendó otro más barato, quien empezó el trabajo, pero luego lo dejó a medias. Ana le reclamó, y el tipo volvió a presentarse con la excusa de que los materiales habían subido de precio por la devaluación.

Ella suplicó, y le explicó con detalle su situación. Entonces él sinceró su plan: “Bueno, yo te lo termino, pero me vas a tener que pagar de otra forma”. Ana le pidió que se apiadara, pero él insistió. Cuando ella lo echó, él pegó un portazo, llamándola “negra raquítica” y “que bien que le había gustado coger para tener al pibe”.

Sin nadie que cuide al nene, dejó de trabajar. Cuidarlo era lo único que le quedaba. Pero Lautaro comía cada vez menos, y respiraba más lento.

Dos semanas después, lo llamó de nuevo, para aceptar la propuesta. Cuando el tipo volvió, el piso ya había sido excavado. Había un bloque de cemento en un rincón, y varios moldes de madera repartidos por la pieza. Ana le explicó que hizo lo que pudo, pero que faltaban materiales, que no tenía más dinero.

Al ver eso, el hombre sonrió. “¿Qué hiciste, chiquita? Dejame a mí. Pero primero, a lo que vine”. Ella retrocedió mientras él miraba la esquina y añadía: “¿Para qué hiciste esa boludez?” Ana levantó el mazo que tenía escondido detrás de la cintura y respondió: “Ahí enterré a Lauti”. El tipo se dio vuelta, y el martillo se incrustó en su cráneo.

Arrastró el cuerpo hasta uno de los moldes de madera y empezó a preparar otro pastón.

Iba a necesitar más bolsas para llenar toda la pieza.


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