A esas horas a uno le regresan esas ansias, pero trata de contenerlas el mayor tiempo posible. Porque, a mayor tiempo de retención, de castración, aún mayor es la recompensa cuando sucede.
Al fin la hora llega, como todos los viernes a la noche, felicidad tan solo comparable con la que siente un perro cuando lo sacan a la plaza. Mi sombrero, perfecto, bastón en mano, el abrigo de cuero; hace un frío de tumba esta noche, o de "reputa madre" diré dentro de un rato; porque estas situaciones logran sacarme de las casillas.
Y sí, ustedes sabrán cómo es el deporte del amor, la adrenalina, todas las fibras del cuerpo se estremecen cuando uno está a punto de realizarse en complacencia.
Ya huelo su perfume, perfume de mujer salvaje, sedienta. ¿El moño? Bien puesto. Zapatos lustrados al estilo del viernes por la noche, y el toque final, el toscano que estuve guardando especialmente para hoy. Pero no voy a encenderlo sino hasta el momento final, ese cuando el amor se desploma o explota de repente.
La luna se alza en un cielo negro y despejado, indicio irrefutable de que el frío va a continuar durante varios días. Mejor así, ningún voyeurista entrometiéndose en asuntos de amantes. Y ahí está ella, por fin, mi corazón palpita, parece tratar de saltar fuera de mi cuerpo, soy un niño nuevamente, ¡te extrañaba tanto corazón!
La traigo de un tirón a la callejuela, soy una bestia esta noche, mi amor, soy un animal esta noche. Cuánto te he estado esperando, añorando en silencio ¡¿Puede un solo hombre guardar tanto amor en su pecho?! Y los golpes no se detienen, caen uno tras otro con devoción. Lágrimas, de ambos amantes bajo la luna, pasión y el devenir de los ríos carmesí.
No te desmayes mi amor; y el bastón arrebata sus más preciados recuerdos, su infancia, el primer beso, la consciencia toda se licúa en el molde.
No, no te duermas corazón; y la daga se hunde y vuelve a recobrar aliento de frío oxígeno.
No, todavía no te escurras mi querida; y el habano ya es estandarte entre mis dientes empapados de vida.
¡No lo puedo creer, impresionante es sin duda la naturaleza! ¡Y pensar que este humeante picadillo, alguna vez, tratose del amor de mi vida!
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