La máquina estaba lista: un cilindro con un potente láser giratorio en su interior. Los jóvenes científicos, inspirados en las ideas del Dr. Mallet, al fin lo habían conseguido.

Al principio no sucedió nada, pero minutos después, del vórtice de luz emergió un papel con una sola palabra: "Hola". En silencio, se miraron asombrados. Debían responder.

Intentaron reintroducir el papel, pero una corriente de aire lo hizo volar. Claramente, no podían enviar el mismo: con cada ciclo, la entropía lo degradaría hasta desaparecer, creando una paradoja.

Llamaron a la mujer de la oficina contigua para que escribiera uno nuevo. Lograron introducirlo al cilindro de luz. Segundos después, la máquina volvió a responder. Una tarjeta. —¡Es mía! —dijo uno de ellos.

Repitieron el proceso, enviando cada objeto recibido. Un equilibrio perfecto, necesario y sin alteraciones pues, obligadamente, era lo que debía suceder.

Pero entonces, la máquina escupió una mano, cortada con precisión quirúrgica, cauterizada, con un anillo de oro. Y solo uno de ellos era casado.

—No... es imposible... —balbuceó, retrocediendo.

—La máquina no se apaga hasta que suceda lo que vimos.

El pánico estalló. El dueño de la mano se abalanzó para apagar la máquina, pero tropezó y cayó hacia adelante. Su mano desapareció en el vórtice.

La luz se intensificó, y la máquina escupió un ojo, celeste. Solo uno de ellos tenía ese color. Intentó correr, pero lo atraparon.

—Hay que hacerlo. Tiene que ocurrir.

Lo sujetaron. Aulló cuando le arrancaron el ojo con una cuchara de café y lo lanzaron al cilindro.

El siguiente fragmento apareció de inmediato: un trozo de cuero cabelludo, rubio. La chica intentó huir, pero la sujetaron y extrajeron la porción con un cutter.

Los pedazos siguieron llegando: dientes, orejas, carne. Uno a uno cayeron, desangrándose.

Al final, solo quedó él. Se acercó al santo cilindro. El destino le devolvió la piel de su propio rostro, con un mensaje grabado en la frente.

Gritando, deslizó la hoja del cutter por el contorno y tiró del cuero hacia abajo.

El último mensaje ya estaba escrito:

"Premio Nobel".


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