Su habitación es un revoltijo de libros apilados: ¿Se ha pasado toda la noche buscando una respuesta?
Por este lado, han caído del estante un segundo curso del idioma castellano, de un tal Horton su introducción a la sociología, un cuarto tomo de organización de la producción, varias acepciones de la historia Uni-Versal, un pequeño y compacto tratado propio de toda la biología, Poe, Cortázar, Bioy Casares, Bradbury, Saki. Todos ellos con foto. Un tomo prestado del "Libro de los sueños": ¿Freud? No, Gaiman.
Del otro lado, por primera vez se encuentran Musashi y el Principito. Del cielo, golpean mi cabeza la Biblia y el Corán. Y son dos textos pesados según parece. No lo crea, ambos tienen páginas finitas.
Detrás, por efecto dominó, las planchas de Nefi y un pocket Protestante. Gran chichón dejarán por cierto.
¿Nunca ha leído los prólogos?
Sí, pero no me los creo. Prefiero leer a Platón en griego antes que en inglés apostólico. Y por ello soy un ignorante. Pero Platón miente tanto como ellos. La prueba está en que ni él ni Aristóteles peripatean como aquel que sabía que nada sabía. Pero, como yo no sé nada, me corrijo: he leído todos y cada uno de los prólogos, los afirmo y Aristóteles dice cosas que resultan de lo más ciertas.
¿Y ha valorado cada página?
Sí, cada página tiene el valor de un tabloide dominical, de esos que cuentan al pasar, lo que oyeron al regresar la cinta de algún payaso amable, o de cinco muchachas semidesnudas. Exceptuando por supuesto los instructivos de computación. Cualquier cosa que intente explicar algo creado por el ser-humano debe ser tan convincente como eso. Aprieto, aprietas, aprieta, apretamos, apretáis, aprietan... Apreto un botón y se escribe algo en la pantalla. Eso sí lo creo, aunque a veces no funcione.
¿Lo mismo que pasa con Dios?
Yo creo que el que escribe es un oligócrata instruido-extruido, pero siempre es libre de escribir la palabra
caca
...o culo.
Y claro que no es profesional, pero esperen dentro de doscientos años, cuando las cacas y los culos vuelvan a estar de moda. Y ahí veremos quién es el artista.
Porque para mí, la palabra "cornucopia" tiene tanta solidez como "espiroqueta". El sentido luego se verá, de la misma manera con que le contamos un secreto al gato. El gato entiende, por cierto, luego se determinará en qué grado o cómo lo hace. Porque debo decirle que algo ha entendido, sea cual sea el caso, como usted lo entiende cuando quiere salir a cagar a las tres de la madrugada en invierno. ¿Usted o el gato? El gato, entiéndase, o usted, al empatizar con el animal, como sea de su agrado. ¿Del agrado del gato o de usted? Ese es el problema de las construcciones verbales y, de allí, la limitación del lenguaje como reflejo Uni-Versal. Múltiples sentidos tienen las palabras "vela", "vela", "vela" y "vela" ... y tantas otras que escapan a mi rango cognitivo. Si no me cree, abra su libro favorito en la página 72 y descubra cómo el autor narra detalladamente el desagradable evento del grano reventado, o del cura que desapareció atado a sus globos, o por qué los japoneses intercambian la "L" por la "R" y vice-versa, y si eso fomenta el aumento de la tasa de mortalidad del mamífero oceánico. Vamos, abra su libro favorito en la página 34 y, en la línea 7, resuelva de una buena vez si usted debe teñirse el pelo de verde.
¿Y esa es, en definitiva, su respuesta a la pregunta?
¿Y por qué cree, si no, que los tomos se apilan junto a las medias que he olvidado de lavar? No me venga con cuentos a estas alturas, que sin duda, usted lo ve, de ellos no tengo-carencia.
¿Y cree que puede resolverlo esta noche?
Sin duda fue ese mi primal objetivo, señor... ¿Cómo dijo que se llamaba?... pero con el paso de las horas, un Verne y un Queneau de por medio, creo que seguiré desgarrando esta biblioteca hasta el último trozo de papel, y luego de que toda la pila yazca inerte y homogénea, volveré a colocar cuidadosamente cada fragmento en cualquier posición, jugando el rol de una suerte de Tomás beodo que llamará al primer libro "Libro de algo" y al siguiente "El meta-algo", y así hasta que no queden más metas que alcanzar. Luego los arrojaré al piso de nuevo, y veré qué descubro entonces. Lo digo antes de que me lo pregunte.
Retomo pues, desde el principio. Su habitación es un revoltijo de libros apilados: ¿Se ha pasado toda la noche buscando una respuesta?
Sí. Lo admito.
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