Siempre fui un espécimen extraño, uno al que las reglas y placeres convencionales no le alcanzan. En etapas tempranas de la vida, esto no representaba una ventaja a la hora de navegar las estructuras sociales. Y de hecho, me reducía a ser el chivo expiatorio del verticalismo neurotípico.
Mis buenas calificaciones no levantaban sospechas al adulto normado, así que mi única opción era ocultarme y soportar. Cosa que empeoró en la adolescencia, rodeado de varones mucho más desarrollados y agresivos, chocando cuernos en frenesí copulatorio. Y al intensificarse la necesidad de estatus de aquellos, tanto así lo fue mi castigo.
Pasaba los días huyendo de monstruos rabiosos dispuestos a asesinarme frente a la mirada inerte del cuerpo docente.
Mis noches comenzaron a ser acompañadas por tenebrosas visiones, miles de entidades antropomórficas y desfiguradas se arrastraban y se alimentaban de carcasas podridas alrededor de mi cuerpo paralizado.
En la vigilia, la pesadilla no terminaba; continuaba la marcha fúnebre escolar y los depredadores ávidos de su dosis diaria de sangre. Los golpes y la humillación eran constantes, y la soledad era tanta, que poco a poco comencé a preferir la compañía de mis apariciones oníricas.
Y fue entonces que, una noche, de entre los cadáveres carcomidos, una figura gargantuesca sin rostro se abrió paso. Lo oí hablarme en un idioma antiguo. Se presentó por nombre, caminó hacia mí y fui engullido al interior de sus entrañas. Vi el horizonte desplegarse a través de sus ojos y entendí que yo sería su pasajero. Desde ese momento, supe que me había elegido y que nunca más iba a estar solo. Nunca más.
Y sí, me digo a mí mismo que fue un sueño, pero jamás voy a olvidar el día siguiente cuando, a mis diez años de edad, tan solo un brazo me bastó para levantar a uno de los abusivos y arrojarlo a varios metros de distancia, ante la mirada horrorizada del cuerpo docente.
A veces me preguntan qué significa el nombre con el que firmo. Pero jamás lo entenderían. Así que simplemente les digo que es mi nombre, en otro idioma. Un idioma antiguo.
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